Últimamente me ha visto pegada a las noticias más que de costumbre, no entiende por qué me preocupa tanto “ese señor”. Y lo pregunta así. Entonces, me quedo muda. Trato de que no me pase muy seguido para no provocarle un “daño irreversible”. Pero en esa ocasión no supe que decir. Ya casi tiene 5, es muy despierto, curioso y necesita verdades absolutas. Pero no sé cómo explicarle que hay realidades que ojalá no lo fueran.
Trato de no hablarle, al menos no muy seguido, de los horrores del mundo como las guerras, atentados, ataques en escuelas, las enfermedades y muertes de niños y tampoco me gusta contarle que los que nos tienen que cuidar a veces nos perjudican, de gobernantes corruptos y ladrones y menos de política local y exterior. Pero ya me sorprendió en varias ocasiones enojada por lo que dice “ese señor que habla inglés” en la tele, o por lo que leo en mi teléfono sobre él. Es más, sabe perfecto que es el presidente de Estados Unidos. Lo que tal vez lo saca de onda es que su mamá tenga reacciones tan histéricas cuando don Trump hace una de las suyas. Reconozco que, en parte por mi profesión, vivo una angustiante expectativa desde el 8 de noviembre que supimos que iba a ser presidente y en casa ya se dieron cuenta de eso.
Entonces llega la luz. Y le hablo al de cinco de amar a su país, de si se acuerda lo bonita que es la bandera, de que siempre tiene que estar muy orgulloso de ser mexicano, de los lugares tan hermosos que tenemos y la gente tan increíble, de la unión y lo importante de pertenecer. Y juro, se me hace un nudo en la garganta. También le explico que los países tratan de ser amigos y ayudarse, pero que este señor no está siendo amable con México y hace cosas que no se les hacen a los amigos. Dejo a un lado los términos tirano, megalómano y narcisista.
Y me doy cuenta que entiende de lo que le estoy hablando, porque remata la conversación con la estrofa de esa canción que le enseñaron en la escuela para el 16 de septiembre, que él declama más que cantar, y suena esa última frase que le sale tan bien y me pone chinita cuando la escucho en su voz:
“Mi México querido, qué linda es mi bandera, si alguno la mancilla le parto el corazón”.
Sí, los niños entienden.