Actualmente la única manera que había para diagnosticar a un pequeño con autismo era al cumplir mínimo 2 años y máximo 4, pero la detección puede ser a una edad más temprana, con tan solo seis meses de nacido.
De acuerdo a un artículo publicado por la ABC indican que se trata de pruebas de imagen del exceso de líquido en el cerebro, que podría detectar en bebés de seis meses el riesgo de autismo.
Aunque no existen medidas que atenúen la evolución del transtorno, puede ser el principio para cambiar el futuro y ayudar a reducirlo.
Según un estudio de la Universidad de California en Davis (EE.UU.) identificó un biomarcador, es decir una sustancia biológica que ayudaría a predecir si un bebé tendría autismo, David Amaral, co-director de esta investigación publicada en la revista ‘Biological Psychiatry’, explicó que todo se deduce por el líquido cefalorraquídeo, mismo que baña al encéfalo y médula espinal.
“Puede ser detectado en las pruebas de imagen por resonancia magnética a una edad tan temprana como los seis meses, lo que supone un hallazgo muy importante”.
El artículo explica que el líquido cefalorraquídeo tiene la función de amortiguar golpes, pero también algunos estudios recientes demuestran que ese líquido además de controlar la migración neuronal va ‘limpiando’partículas y mientras más cantidad de líquido exista en el espacio entre el cráneo y el cerebro a los seis meses, los síntomas del autismo fueron mayores.
Esta asociación entre el líquido cefalorraquídeo podría servir como biomarcador de un incremento del riesgo de desarrollo de autismo. Para este estudio se hicieron pruebas de resonancia magnética a 343 bebés cuando contaban una edad de seis, 12 y 24 meses.
Los resultados revelaron que la detección de mayor contenido líquido cefalorraquídeo es capaz de predecir qué niños acabarán desarrollando autismo con una precisión del 70%.
Aunque los investigadores reconocen que no saben con certeza si este exceso de líquido cefalorraquídeo en el espacio subaracnoideo está implicado en el desarrollo del autismo, pero la asociación entre una mayor cantidad de líquido cefalorraquídeo y el autismo puede tener un impacto clínico significativo.
David Amaral, asegura que sus “evidencias deben alertar a los radiólogos y neurólogos de las posibles consecuencias de un incremento del líquido cefalorraquídeo subaracnoideo”.
Los hallazgos también servirán para personalizar los tratamientos más eficaces al entender estas vías comunes del cerebro y cómo las diferentes variaciones genéticas las alteran.
Sin duda alguna esto puede ser un gran avance clínico en el padecimiento. Pues actualmente según ABC más de “90 investigadores de 40 instituciones académicas y médicas están utilizando la base de datos MSSNG que Google Cloud, Autism Speaks recolecta para investigar el autismo en todo el mundo”.