Un estudio realizado en Australia con más de 200 parejas voluntarias descubrió que cuando se enteran que serán papás, es durante la cuarta y sexta semana de embarazo que las preocupaciones invaden a ambos padres.
Las inquietudes son 3 fundamentales:
- La relación con la pareja.
- La estabilidad en el trabajo.
- El sexo.
Por lo que no es nada raro que las parejas comiencen discusiones o sientan distanciamiento emocional entre ellos.
Aunque las preocupaciones son grandes en ambos padres, la química del cerebro en los papás se encarga de apaciguar la inquietud y reducir el apetito sexual en un momento en el que la fecundación no es posible.
Todo esto ocurre gracias a dos hormonas:
- La testosterona: Es la principal hormona sexual del hombre y se relaciona con la fuerza, pero cuando su pareja esta embarazada, los niveles de esta descienden y alcanzan su nivel más bajo durante 3 semanas previas al parto.
- La prolactina: Ayuda a desarrollar los instintos paternales, y agudiza el oído cuando el bebé llora.
Tras un cierto tiempo, las dos hormonas se reajustan, después de la cuarentena y cuando el bebé comienza a caminar, regresan a sus niveles originales, de acuerdo a Louann Brizendine en su libro ‘El Cerebro Masculino’.
Cuando el bebé comienza a interactuar con su padre, y el infante demuestra su afecto de alguna forma, el circuito de recompensa se activa en el papá y se refuerza el lazo con su pequeño. Debido a eso, es importante que exista una relación todos los días entre el padre e hijo, para que esta se fortalezca.