Conocido como TDAH, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad es de carácter neurobiológico originado en la infancia e implica un patrón de déficit de atención, hiperactividad o impulsividad, en ocasiones se asocia con otros trastornos comórbidos, el diagnóstico es más complicado, ya que la respuesta al tratamiento puede ser menor de acuerdo a la American Psychiatric Association.
Es necesario que el diagnóstico de TDAH sea evaluado y tratado desde que son pequeños, pero ¿cómo nos damos cuenta de que nuestro hijo tiene este trastorno? De acuerdo al ‘Trastorno por déficit de atención con hiperactividad’ de Ramos-Quiroga, Bosch, Castells, Morais Nogueira, García-Giménez y Casas Balagué, hay 3 síntomas nucleares que debemos detectar:
- Hiperactividad: Puede aparecer en diferentes etapas de la vida, pero son iguales en niños y adultos, la cual se caracteriza por:
- Moverse en los momentos que no son adecuados.
- No permanece quieto.
- Habla mucho.
- Hace ruido, incluso cuando se trata de actividades tranquilas.
- Le cuesta trabajo relajarse.
- No termina una actividad e inicia otra.
- No es constante en sus tareas.
2. Déficit de atención: Este es mucho más difícil de distinguir cuando eres pequeño, pero suele aparecer en la etapa escolar y persiste o se hace evidente de forma significativa cuando eres adulto, estas son algunas de sus características:
- Le cuesta mantener atención durante un tiempo prolongado.
- No presta atención a los detalles.
- Suele terminar las tareas con dificultad o no las termina.
- No escucha la mayor parte de las veces, o le cuesta seguir órdenes e instrucciones.
- Sus tareas y actividades son desorganizadas.
- Olvida o pierde objetos.
- Se distrae fácilmente.
- Evita realizar actividades de gran dificultad.
- Cambia de conversación.
3. Impulsividad: Es el síntoma que menos se presenta en el TDAH, el niño o adulto puede ponerse en situaciones conflictivas y puede estar en peligro, sus características:
- Impaciente.
- No pueden esperar su turno.
- No piensa antes de actuar.
- Suele interrumpir a las demás personas.
- Sus respuestas son prepotentes, generalmente son espontáneas y dominantes.
- Le gusta tocar todo lo que está a su alrededor.
- Pelea o tiene conflictos con los adultos.
Es necesario acudir con un especialista que logre canalizar bien a tu hijo, ya que si lo dejas pasar puede que ni el tiempo ni tu paciencia sean suficientes para poder entablar una relación de calidad con el menor.