Los años de crianza de los hijos pueden marcar a los papás demasiado. Es por eso que cuando llega el momento de independizarse de los primeros, hay una sensación de trauma que se conoce como el Síndrome del nido vacío.
El enfoque en los niños, llevarlos a prácticas, ayudarlos con la tarea, cocinarles, son actividades muy comunes cuando somos padres, sin embargo, nos consumen tanto, que comenzamos a cforma una logística cotidiana basada en nuestros hijos y es cuando perdemos de vista nuestras necesidades personales, necesidades y deseos.
En otras palabras, los padres tienden a perder la pista de quiénes son como individuos y quiénes son como pareja. Y cuando el último niño sale de la casa, a menudo los adultos quedan con un vacío gigante.
Cuando su hijo se muda para iniciar una vida solo o para vivir con alguien, es una excelente oportunidad para que los padres hagan un balance. Tanto como una pareja y como individuos.
Y de acuerdo al psiquiatra Emanuel Maidenberg, este momento no debe ser de completa tristeza, sino una forma de re-conocerse y de alguna manera “amarse otra vez, quizá como nunca antes”.
“Es un gran momento para revisar sus valores. También es una buena práctica para cuando llega la jubilación, porque a partir de este instante puedes hacer una valoración en 15 o 20 años y así planear mejor tu vejez. No tienes porque hacerlo tan dramático, mejor velo como una oportunidad para revisar lo que a ti a tu compañero les interesa como pareja”.
Algunos estudios han demostrado que los casos graves de síndrome del nido vacío pueden conducir a depresión, ansiedad o alcoholismo. Pero para Maideberg asegura que con sólo crear nuevos pasatiempos o proyectos, además del apoyo de la tecnología actual, los padres lograrán pasar esta etapa y dejar la tristeza de lado.