¡Ayuda! Por favor atiendan el llamado de auxilio de esta madre desesperada. No sé si es la edad, la mía o la de él, la época “regreso a clases” que permanece, la vuelta a la rutina, el cambio climático, mis hormonas, el caos en el mundo o los alimentos no orgánicos. Pero hay temporadas que pueden ser una verdadera locura.
Este es el panorama general. Un día cualquiera, que no siempre es igual:
Despertador de mamá 3:40 de la mañana, a trabajar, correr a junta escolar, regresar a junta laboral, cuando hay tiempo, gimnasio (tres veces a la semana si bien va), pendientes propios del hogar y ya es hora de recoger al estudiante… La larga fila del cole, manejar casi una hora en el tráfico para llegar tarde y corriendo al entrenamiento, si pudimos comimos en el coche , si no comemos después del fut (primera pausa del día), tiempo libre para el chamaco antes de volver al coche 40 minutos para regresar a casa y empezar con la rutina de las 6:45 PM. Esa sí inamovible: Baño-cena-hacer lunch-lavarse los dientes- acostarse- un poco de tele o leer y dormir. En medio del panorama general hay muchas cosas particulares que resolver.
Lo que más caro nos cobra factura es cuando mamá se queda chismeando con el papá unos 20 minutos rompiendo la rutina de la tarde-noche. Y ese momento provoca que todo se vuelva de cabeza y el niño de 5, en lugar de estar dormido a las 8, 8 y media, se duerme a las 9. ¡Muy mal! (azotes propios de la mamá que se autocastiga).
Para completar la película tenemos la lucha diaria para que se hagan las cosas. Hay que estar atrás de ellos para que estén listos a tiempo en la mañana, en mi caso esa parte no me toca a mí , y también estar atrás para que se laven las manos, coman, se alisten para lo que sigue en la tarde, el show eterno para que recoja juguetes, y la épica batalla antes de dormir. Confieso que en algunas ocasiones se convierten en escenas muy divertidas con las ocurrencias de ese niño de mente ágil y carácter simpático.
Los añoradísimos fines de semana pocas veces son de descanso, pero afortunadamente ninguna de las actividades (con alguna excepción) es de carácter obligatorio y la bendita escuela nos libra de tareas porque “pedagógicamente no considera sano dejarlas en preescolar”.
Estoy segura que millones de madres tienen la vida acelerada y a veces, solo a veces, sufren del llamado “burnout” (desgaste, agotamiento, sentir que revientas). No es un invento o pretexto, hay estudios de esos que les encanta hacer a las universidades europeas y estadunidenses, que demuestran que así como hay “burnout” del trabajo también hay por maternidad-paternidad.
Con consecuencias como estar exhausta, ser menos productiva, y baja de pila emocional. En algunos casos, me han contado, llanto por agotamiento. Y no es por hacerse la víctima sufrida. Es algo que ocurre y tiene toda la lógica. Lo he dicho aquí muchas veces, ser mamá, entre muchas cosas, es abrumador y demandante, pero mucho de eso tiene que ver con las exigencias que nos ponemos solitas: Ser cumplidoras y fregonas en todo, y lo logramos, pero a veces nos extralimitamos.
Por eso soy defensora del tiempo libre de mamá, del espacio personalísimo con la pareja, las amigas, las hermanas, o sola. Momentos que te permiten recordar quién eras antes de ser mamá para volver a él o a ellos, recargada y lista para seguir enfrentando los retos del día a día.
Pero cada quien tiene su estrategia y estoy en búsqueda de nuevas técnicas para evitar sentirme como sapo atropellado (frase favorita del de 5), así como me sentí hace unos días.