Últimamente en el mundo, se busca que se mejoren los horarios en escuelas para que el sueño de los jóvenes sea mejor. ¿Por qué? Este replanteamiento del sueño adolescente se debe en gran parte a la ciencia emergente sobre los ritmos circadianos. La genética asociada con los relojes corporales obtuvo el Premio Nobel de Fisiología o Medicina de este año y se cree que el momento de la liberación de la hormona del sueño melatonina cambia con la edad: durante la adolescencia, la secreción comienza a altas horas de la noche y continúa hasta las 8 de la mañana.
Un informe de Rand Corporation sostiene que, para los adolescentes, retrasar el inicio de la escuela a las 8:30 a.m. o más tarde podría mejorar no sólo su salud, sino la economía de los países que acepten que las clases empiecen más tarde.
Esta teoría surge principalmente de dos beneficios previstos: mejor rendimiento académico, lo que aumenta la probabilidad de graduación y el trabajo futuro; y una reducción en accidentes automovilísticos, lo que significa que más estudiantes ingresan a la oferta laboral futura.
Marco Hafner, un economista de Rand, dice que las ganancias podrían ser aún mayores porque el cálculo de los beneficios también podría ayudar a los riesgos de suicidio y obesidad, que se cree que se ven agravados por la falta de sueño.
Rand, que utilizó datos de 47 estados de Estados Unidos, concluyó que la privación de sueño adolescente debe considerarse como un problema económico con una posible solución. Ha habido preocupaciones acerca del “sueño insuficiente” entre los adolescentes, cuando la recomendación oscila entre ocho y 10 horas por noche.
En 2014, la Academia Estadounidense de Pediatría publicó una declaración política que reconoce “la falta de sueño en los jóvenes como un importante problema de salud pública que afecta significativamente la salud y seguridad, así como el éxito académico, de los estudiantes de secundaria y preparatoria de nuestra nación”.
Los ensayos de tiempos de inicio de clases retrasados han mostrado beneficios tales como un mayor sueño (los niños parecen irse a la cama al mismo tiempo pero despiertan más tarde), un mayor estado de alerta, una asistencia más alta y un mejor estado de ánimo. Esto llevó a la academia a dar su respaldo inequívoco para el cambio.
Toda la evidencia apunta a que los patrones de sueño de los adolescentes son una consecuencia de la biología, no de la actitud, según Kyla Wahlstrom, especialista en políticas educativas de la Universidad de Minnesota, que ha estudiado este tema desde 1996.
Los tiempos de inicio diferidos, dice la Dra. Wahlstrom, tienen impactos inmediatos y notables, como un índice reducido de accidentes automovilísticos en adolescentes. En un condado de Kentucky, el número de accidentes de adolescentes cayó un 16% en los dos años después de que el inicio de las clases se retrasó una hora, una reducción atribuida a que los conductores estaban más alertas.
Además de la AAP, la Asociación Médica Estadounidense y los Centros para el Control de Enfermedades en Estados Unidos, apoyan dicho cambio. Se cree que alrededor de 250 escuelas en los Estados Unidos han rediseñado sus horarios para acomodar las recomendaciones.
Un debate similar ha estado despertando en el Reino Unido. En 2015, Paul Kelley, profesor del Instituto de Neurociencia del Sueño y la Circadia de la Universidad de Oxford, sugirió que los jóvenes de 16 años deberían comenzar a estudiar a las 10 a.m. Para los jóvenes de 18 años, es preferible un comienzo a las 11 a.m. Los comienzos tempranos, dice, significan que los alumnos promedio generalmente se desempeñan lentamente.
No todo el mundo está de acuerdo: los científicos de las universidades de Surrey y Harvard disputan que los comienzos retrasados llevarán a los adolescentes a dormir más. Una consecuencia involuntaria, por ejemplo, podría ser que los estudiantes se expongan a la luz artificial durante más tiempo debido a las horas de acostarse más tarde.
Basado en modelos matemáticos, este estudio contrario sugirió que apagar las luces por la noche permitiría a los adolescentes dormir más sin la necesidad de cambiar el día escolar. El tiempo que los estudiantes pasan en sus teléfonos móviles y otros dispositivos también aparece regularmente como un factor que complica el estudio de los sueños de los adolescentes. Pero aún así, entrar más tarde a la escuela los ayudaría mucho.