Ser mamá de un pequeño en crecimiento es agotador. Algunos días aún es común terminar con dolor de espalda y cintura, que nos recuerdan que ya no somos unas jovencitas y que ellos tienen vitalidad hasta el infinito. Eso sí, también es una aventura increíble.
En esta familia estamos expandiendo los horizontes, conforme el cachorro crece nos aventamos a hacer nuevas y diferentes cosas. Es como si tuviéramos ganas de que no se perdiera de nada, se empape de todo y vea lo que hay en el mundo.
¡Claro!, no podemos enseñarle todo, pero poco a poco vamos cambiándole la rutina para que sus ojos sigan maravillándose y continúe sorprendiéndose con cosas que para nosotros ya son convencionales.
Nuestra última excursión fue a las pirámides de Teotihuacán. No lo íbamos a llevar de dos años, porque no estábamos dispuestos a cargarlo los más de 200 escalones de la Pirámide del Sol. Pero ahora ya más crecidito es diferente. Decirle que sólo los grandes guerreros llegan a la cima fue la mejor motivación para que la subiera sin quejarse. Porque a sus cinco años todavía pide que lo carguen cuando hay que caminar mucho. Se sintió muy orgulloso de llegar a lo alto y con su “telescopio pirata” observaba alrededor. Verlo maravillado era suficiente para que la tropa de adultos, más cansados que los niños, disfrutáramos aún más de estar ahí.
Además este chiquillo tiene la particularidad de ser algún personaje de vez en cuando, y verlo vivir un paseo a Teotihuacán como si fuera un pirata explorador, con brújula y mapa en mano, es un éxtasis total. Yo tengo varios sobrinos y creo que nunca vi a ninguno meterse en un papel como lo hace mi hijo (bueno sólo en la época de Harry Potter de mi sobrino mayor). Así que de verdad lo gozamos. Su papá y yo tenemos síndrome prenostálgico de pensar en el día en que esa increíble característica del cachorro se acabe.
No todo fue actitud exploradora y llegó el momento en el que pidió que lo cargara. Discutimos unos minutos y al final ¿qué creen?, cedí. Y me chuté de ida y vuelta de la Pirámide del Sol a la de la Luna cargándolo toda la calzada de los muertos. Es una bendición que sea flaquillo y sólo pese casi 16 kilos. ¡uff!, pero como decimos los dos “son sus últimas representaciones”, porque a esta madre ya no le va a dar la vida para seguir llevándolo.
Comer en una cueva resultó una experiencia divertida para los chiquillos. Mientras la niña que nos acompañaba disfrutaba al máximo comiendo gusanos y chapulines, el otro jugaba a ser un explorador en las entrañas de la tierra. Y los mayores nos deleitamos con el lugar, la bebida y la comida. ¡Todos felices!. Al final en el restaurante te cuentan una leyenda y hablan de cómo estar en una cueva se relaciona con los orígenes de la tierra, nuevos comienzos y demás, también les dieron una vela a los niños para que la pusieran en unas escaleras iluminadas y pidieran un deseo. Y esta mamá significados (debería dejar de ser mamá pulpo y usar este sobrenombre) estaba feliz, y los niños más, fue una gran experiencia de principio a fin.
Los “grandes” terminamos el viaje en calidad de trapo, por el cansancio. Él terminó el viaje siendo un luchador-apache. Ya descansaremos cuando deje de ser niño.