Desde que mi pequeño, dulce y hermoso tormento llegó a mi vida, sí soy más feliz y alegre y he constatado que cada etapa tiene su encanto. Pero confieso que la que estamos viviendo ahorita se está convirtiendo en mi favorita. A pesar de su rebeldía tipo adolescente.
El toddler quedó atrás, el bebé había quedado atrás hace muchos ayeres y ahora es un niño que se sienta junto a mí a tomar un chocolate tibio (no nos gusta caliente) y platicar. Y es otro vuelco a la vida como mamá.
Alguna vez su miss de kínder 1 me dijo en una junta: “es un niño con el que me podría ir a tomar un café sin problema y escucharlo por horas”. Entonces me di cuenta que no era mi sentir ciego de mamá gallina, mi chamaco es un excelente conversador y tiene una manera de razonar que atrapa. Hijo de comunicóloga al fin jaja.
A sus 5 años y medio ya no puedo darle la vuelta a las cosas, él busca respuestas y las quiere de inmediato. Analiza cada cosa que ve, lo que siente y lo mejor de todo es que lo expresa. Cuando tengo el atrevimiento de contestarle “no se” ya tiene una respuesta fija: “no que los periodistas saben todo”. Obvio yo jamás le he dicho eso y además de darme risa me sorprendo por cómo llegó a esa conclusión con las cosas que ha escuchado sobre mi trabajo.
El niño además está forjando su carácter y no tiene uno fácil. Es simpático, alegre, un verdadero cascabel, pero también es necio, voluntarioso y berrinchudo. Así que casi todos los días tenemos un tipo de rencilla y quiere imponer sus deseos, y la verdad es que a veces usa razonamientos que me dejan desarmada y se cuestiona las cosas que le pido y sí, la gana. Claro, a veces la pierde y entonces llega la respuesta explosiva. Ya no tenemos una relación en la que los papás dicen totalmente como son las cosas y depende totalmente de ellos. Tenemos una relación de ida y vuelta.
Eso sí, conserva intacta su inocencia y otras cosas como su deseo de apapacho, querer dormir abrazado de mamá o papá y ese maravilloso hábito de decirnos a cada paso cuánto nos ama y pedir abrazo de grupo en cualquier lugar cuando lo necesita. Con eso me doy por satisfecha. Porque es un niño con ideas geniales, pláticas interminables (de verdad habla todo el tiempo), razonamiento poderoso, pero que no deja de ser niño.
Tengo un libro donde anoto todas sus frases ocurrentes y diálogos que me parecen dignos de recordar. Disfruto mucho releerlo, lo he estado escribiendo desde que tiene dos años y es un buen momento garantizado. No duden en escribir el suyo.
Pues sí, da nostalgia ver cómo crecen, pero cada etapa (con su dosis siempre de complicación) es un nuevo descubrimiento y por lo menos hasta los cinco años, se va poniendo mejor. Debe ser una forma de llenar nuestro tanque de mamás para prepararnos para lo que vendrá en la temida adolescencia.