A mi hijo le gustan los “ksi meritos”.
Estos muñecos de moda de una reconocida diseñadora que hay que alimentar, vacunar, cambiar y demás. Debo confesar que yo no le encuentro mucho chiste a los monos, pero veo que a los chiquillos les encanta.
El de cinco años tenía varios meses pidiendo un muñeco de esa marca y muchísima curiosidad por saber qué se sentía tener uno. Siempre jugaba con los de su prima y su tía le prometió el suyo, pero nunca llegó. Así que finalmente nos topamos con la tienda donde los venden y su emoción y sus ojos brillosos lograron convencer a esta madre de cumplirle el deseo.
Y por primera vez tuve algo de susto y me enfrenté a una especie de estereotipo. PERO no por mí, aclaro. Yo le fomento lo que quiera (mientras sea sano) y me parece de verdad increíble verlo jugar a ser papá, me encanta la idea. Pero tuve susto porque no sabía si sus amiguitos entenderían, como lo hacemos sus papás, que él es libre de elegir con que juguetes jugar (otra vez, mientras no sean cosas feas) y que los muñecos no son sólo “de niñas”. Conozco a varios niños que si tienen muy marcadas las diferencias de “eso es rosa”, o que hacen burla si algo les parece muy femenino, eso fue lo que me dio temor. Que cachorro se enfrentara a la crítica y entonces se aguantara las ganas de algo por lo que piensan los demás.
Así que hasta cuando llegué a la caja a pagar le pregunté a la señorita “Y si compran los niños estos muñecos”. “Sí, mucho, por eso sacamos modelos azules y verdes” (hablando de estereotipos) y respiré.
Verlo jugar, levantarse muy temprano para darle su leche, bañarlo, dormirlo y taparlo porque tiene frío, me reitera que tomamos la decisión correcta. Incluso su papá, que podría no ser el más apoyador de este tipo de cosas, juega con él y ya le dijo que lo va a acompaña cuando vayamos a ponerle la vacuna. Vuelvo a respirar.
Entonces llegó el día y me dijo “me lo llevas a la clase de la tarde”, ahí donde convive con los amigos del futbol y otros niños más grandes. Perdón si suena feo, pero tragué saliva por el mismo tema, pero no iba a ser yo quien frenara sus deseos de llevar al muñeco a todos lados. Así que acepté el reto.
Obviamente llegó el momento en que un chiquillo preguntó de quien era, yo respondí porque el dueño no estaba, me dice: “yo tengo dos”. Respiro de nuevo. Y lo mejor es que cachorro estuvo jugando con su primo mayor y el ksi-merito a aventarlo de la resbaladilla, sin que nadie dijera nada.
Ya cuando nos despedíamos, el hermano de tres años de otro compañero preguntó, contestamos, y suelta el esperado: “de niña”. Su mamá, otra mamá y yo rápido respondimos, que podía ser de quien quiera no sólo de niña, y yo mal atino a decir es un niño, porque es azul. Me equivoqué en la forma de decirlo, porque no quería hacer referencia al color si no a que hay niños y niñas, en fin. Su mamá salió al quite diciendo, pero puede ser rosa, amarillo, naranja o el color que te guste.
Me di cuenta que realmente mi generación de mamás está luchando por dejar a un lado las cosas “de niños y niñas”, que es muy probable que yo le haya dado más importancia al asunto de la que tenía y que algo estamos haciendo bien porque el niño de cinco años está, al menos por ahora, jugando feliz a ser papá responsable.