Durante décadas, se culpó a la exposición infantil al plomo por una variedad de consecuencias negativas, pero un nuevo estudio puede desmentir aquella creencia de que había un vínculo entre la exposición infantil al plomo y el comportamiento delictivo, según un informe en JAMA Pediatrics. Eso no implica que el plomo esté bien, por supuesto, pero para los niños que ya han estado expuestos, es reconfortante saber que no están destinados a una vida delictiva.
Los Centros para el Control de Enfermedades informaron que aproximadamente medio millón de niños estadounidenses de entre 1 y 5 años tienen niveles de plomo en la sangre por encima de 5 microgramos por decilitro, el umbral al que se recomiendan las medidas de salud pública. Los altos niveles de exposición a este elemento pueden retrasar el crecimiento y el desarrollo, problemas de audición y del habla, daño cerebral y problemas de aprendizaje y conducta, que el CDC atribuye a un mayor riesgo de “delincuencia juvenil y conducta delictiva”.
La “hipótesis del crimen con plomo” postula que la exposición infantil a éste causa problemas de aprendizaje, TDAH y control de los impulsos, lo que a su vez provoca que los niños cometan crímenes, particularmente crímenes violentos, cuando se convierten en adultos, según Brookings Institution.
Las poblaciones con niños que crecieron bebiendo agua transportada en tuberías de plomo tienen tasas de homicidios más altas y aquellos que crecieron cerca de carreteras transitadas rodeadas de tierra contaminada con él tienen más probabilidades de ser encarcelados como menores. Las tasas de criminalidad cayeron unos 20 años después de que se eliminara el plomo de la gasolina, lo que algunos señalan como prueba del vínculo.
Pero el nuevo estudio, llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Duke, señala que el bajo nivel socioeconómico es “un factor tanto en la exposición al plomo como en la delincuencia criminal” y tiene como objetivo “desentrañar” las condiciones coexistentes para determinar si estaban, de hecho, directamente conectados.
Se cree que es el primer estudio del nivel de plomo en la sangre (BLL, por sus siglas en inglés) y la delincuencia criminal en la que la exposición infantil a éste no estuvo relacionada con el nivel socioeconómico. La observación de 553 neozelandeses durante casi 40 años “no apoyó una asociación consistente de dosis-respuesta entre el BLL y la ofensa criminal, medida a través de informes oficiales y autoinformes, desde la adolescencia hasta la edad adulta”. Lo que concluye que el efecto desproporcionado de la exposición al plomo en los desfavorecidos puede haber conducido a estudios previos que lo relacionen con el crimen.
Cada paso que se tome para reducir la exposición infantil al plomo es importante, pero es solo una de las muchas consecuencias negativas de la pobreza, y todas deben remediarse. En lugar de descartar a los niños expuestos al plomo como futuros delincuentes, se les debe dar todas las oportunidades para alcanzar su máximo potencial, y tal vez eso comience por abordar la pobreza desde raíz. Se necesita más investigación, pero los investigadores de Duke instan a que las respuestas futuras a la exposición al plomo “se centren en las consecuencias para la salud, no en las posibles consecuencias delictivas”. Es difícil discutir con eso.