La leche materna es una sustancia increíble que la ciencia aún no ha podido reproducir en la fórmula (aunque se están acercando). Sin embargo, una de las cosas que separa la leche materna de cualquier otro fluido digestible en el planeta es la presencia de anticuerpos adaptativos: un regalo biológico tangible por el tiempo que decidas amamantar. Así es cómo la leche materna refuerza la inmunidad de tu bebé y combate los gérmenes.
Un artículo en Future Virology describió la leche materna como una “secreción altruista”, ya que es uno de los pocos fluidos corporales que protege activamente a otra criatura. Los anticuerpos en la leche materna reflejan la historia inmune de una madre (los resfríos y gripes que ha visto en el pasado) en altas concentraciones y protegen contra un espectro de virus y patógenos potencialmente dañinos, incluido el rotavirus. Aún más fantásticamente, la leche materna cambia para reflejar los gérmenes que encuentras mientras estás amamantando, protegiendo a tu bebé de las amenazas en tiempo real.
“Durante los primeros seis meses de vida, el sistema inmunitario del bebé aún está inmaduro y depende de los anticuerpos presentes en la leche materna para actuar como propios”, explica Julie Gladney, Consultora de Lactancia Certificada por la Junta Internacional (IBCLC). Eso significa menos enfermedades para los bebés amamantados, especialmente en los primeros meses. “La literatura muestra claramente menos casos de diarrea, infección de oído, infección de las vías respiratorias superiores e incluso enfermedades crónicas”.
Durante mucho tiempo, los médicos no sabían por qué los bebés amamantados contrajeron menos enfermedades que los bebés alimentados con fórmula, según el sitio de lactancia Kelly Mom. Los científicos asumieron que tenía algo que ver con la leche humana que tiene menos bacterias que la leche de vaca o la fórmula. Pero los médicos ahora entienden que la leche materna no tiene menos componentes que otros líquidos: tiene más. La leche materna está literalmente nadando con anticuerpos, células inmunitarias y proteínas, moléculas y células listas para atacar microorganismos amenazadores, explicó Kelly Mom.
Pero hay más. De acuerdo con un estudio en Annals of Allergy, Asthma, & Immunology, la leche materna también es antiinflamatoria y la inflamación está implicada en una serie de condiciones problemáticas. Además, hay evidencia de que los bebés alimentados con leche materna responden mejor a la vacunación, obteniendo más resultados para su inyección. Múltiples estudios incluso sugieren que la lactancia da como resultado tasas más bajas de enfermedad celíaca y condiciones alérgicas. La leche materna prepara y “estimula” la inmunidad en múltiples niveles, ofreciendo beneficios potencialmente de por vida para un bebé.
Sin embargo, al igual que con todo en la vida de los padres, la lactancia materna no es 100% efectiva. Los bebés amamantados aún se enferman, desarrollan alergias y padecen enfermedades graves. Cuando se trata de la inmunidad, la genética, la nutrición y la suerte desempeñan un papel importante. Todo lo cual significa que no debes sentirse mal si no amamantas o no lo haces durante el tiempo que la Organización Mundial de la Salud lo recomiende (dos años o más).