Más cuando eres niño y no sabes aún cómo manejar esas emociones. Más si es el miedo nocturno el que no te deja en paz.
Entiendo que hay que enseñarles a los hijos que todo está bien, que está seguro y mientras esté en nuestras manos como papás nada pasará y que cada quien tiene su espacio, su lugar. Pero ¿han sentido esa incertidumbre, esa angustia ante lo que no puedes controlar? Yo sí, de niña y hasta de adulta.
Me lo dijo una amiga y lo reitero. Es horrible sentir miedo y es aún peor que nadie te contenga cuando te sientes así.
Entonces, ¿por qué esperamos que los niños no se despierten a media noche con alguna angustia, o que no les den ganas de pasarse a la cama de los papás porque tienen miedo o se sienten solos?, ¿por qué les exigimos que dominen un sentimiento que a veces, a todos los seres humanos nos gana?
Carlos González, famoso pediatra español reconocido por sus teorías de crianza con apego, se ha encargado de enumerar las ventajas de que se cubran las necesidades de los niños: hacerle caso cuando llora, si se despierta estar con él, si tiene miedo tranquilizarlo. Y le encanta comparar la situación con la vida adulta. Dice que si llegamos a casa y nos encontramos a nuestra pareja llorando, ¿a poco no la atendemos o le preguntamos qué le pasa? Entonces por qué dejar a un niño llorar para hacerle entender que, por ejemplo, tiene que dormir solo aunque tenga miedo, y de paso nosotros decidimos vivir con el remordimiento de que “mi hijo me llamaba y no fui”. Y no es un tema sólo de bebés que están empezando a formar sus hábitos de sueño sino de los niños en general, que no dejan de necesitarnos y de hablarnos en la noche hasta muchos años después de nacidos.
El mismo experto cree que son los prejuicios los que impiden que algunos padres reciban en su cama a sus hijos y existe la creencia de que se volverán más dependientes, aunque afirma que según algunos estudios los hijos que llegan a la cama de sus papás tienen menos problemas de salud mental y son más seguros.
Yo tengo la firme creencia de que los niños van a su ritmo, y así como no usarán pañal, mamila o chupón de por vida, llegará un momento en que no te llamarán más en la noche ni querrán meterse a tu cama.
Alguna vez una terapeuta nos señalaba la importancia de que cachorro durmiera siempre sólo en su cama y no lo dejáramos pasarse a la nuestra, prácticamente sin importar cómo se sintiera. Después una de sus colegas me señaló: “no es un mal consejo y tiene su parte de razón, el problema es que ella no es mamá”.
Así funciona. Cada una de nosotras conocemos las necesidades, debilidades, sentimientos y formas de ser de nuestros hijos. No hay una sola forma para todas las madres o todos los hijos.
Lo que digo siempre: no aplica igual para todos. Ese niño sólo los necesitara (tanto de día como de noche) un período corto de su vida. Un día ya no habrá quien nos pida que no nos vayamos de su cuarto; es más, un día nos correrán.