Con el festejo del día del niño y todo el mundo recordando lo mejor de su infancia y poniendo frases alusivas al día, me quedé pensando en aquella que dice que los niños no son demandantes sino que tratan con adultos poco tolerantes.
Y la verdad, sí. ¿Cuántas veces al día se nos desborda la paciencia con los chiquillos? ¿Cuántas veces olvidamos que son niños y no ven las cosas como nosotros? Y seguimos esperando que tengan las respuestas o actúen como nosotros queremos. Es verdad también que no son unas blancas palomas y tener que repetirles las cosas varias veces para que las hagan, lidiar con que se tardan horas en estar listos o estar esperando a que se coman las verduras puede desesperar a cualquiera, pero sí, es la etapa en la que tenemos que demostrar de qué estamos hechas como mamás.
Adultos y niños tenemos chips diferentes. También debe ser un fastidio para ellos estar lidiando siempre con el corre-corre, la mamá o el papá que lo regañaron otra vez, o que llegan cansados del trabajo y no tienen ganas de jugar, ver en el plato esa comida que no le gusta y escuchar casi todo el día: “No”.
Si en un futuro queremos que sean adultos tolerantes y soporten la frustración, tenemos que enseñarles con el ejemplo. Claro que hay que hacer una súper chamba. Como intentar no presionarlos para todo. Es decir, a la escuela hay que llegar a tiempo, pero si llegamos 10 minutos tarde a una fiesta no pasa nada y le damos tiempo y espacio para que esté listo, y con pequeños detalles así pueden entender que no todo en este mundo es un acelere.
Dicen los que saben que usar frases como “te esperamos, no hay prisa” o “tómate tu tiempo” ayudan en ese proceso de vivir la paciencia. Porque para entender y aplicar un concepto hay que vivirlo.
A lo mejor tenemos que armarnos de muchísima paciencia para desarrollar estas habilidades. Es como no ceder a los berrinches: lo único que va a minimizarlos es no terminar cumpliendo el capricho. Pues así con la paciencia, aunque parezca que se nos acabó. Confieso que por primera vez en mi vida como mamá usé esa horrenda frase de “ya estoy harta”. No me refería a él pero sí al desastre que deja en los lugares por donde pasa. Entonces, después de escucharme, recordé que tengo que buscar las maneras más sutiles para evitar las frases del terror de la maternidad.
Después, mamás, ya tendremos tiempo de desahogar nuestra propia frustración, dándonos un vinito, viendo la serie favorita, con un masaje o un cafecito reparador con una amiga.
Somos mamás formadoras sí, y los límites y la educación no están peleados con que seamos más tolerantes. No se trata de relajarse y dejar que hagan lo que quieren, sólo de que no sientan que tienen papás ogros.
Es verdad que ser mamá no es sencillo, pero a veces ser niño tampoco debe ser fácil, aunque nos parezca que sí.