Ser madre nunca es fácil, y quizá la prevalencia de la tecnología en la vida de nuestros hijos solo lo ha hecho más difícil. Como padres no podemos evitar los temas difíciles como la intimidación o bullying, las drogas, el sexo, el respeto y el consentimiento, porque si no enseñamos a nuestros hijos, Internet lo hará.
Enseñarle a tu hijo sobre el consentimiento es más difícil de lo que piensas. Si bien es una lección vital, hay que marcar el límite entre el consentimiento y simplemente criar a tus hijos de una manera que los mantenga a salvo.
De acuerdo con la Red Nacional de Violación, Abuso e Incesto, (RAINN) hay 321,500 víctimas de violación y agresión sexual cada año en los Estados Unidos. Una encuesta realizada en el 2015 por The Washington Post encontró que el 18% de los estudiantes universitarios creen que mientras alguien no diga “no”, el consentimiento fue adquirido, en lugar de escuchar un sí entusiasta.
Como madre, estas estadísticas, junto con muchas otras que son igual de inquietantes, afectan la crianza. Según expertos, lo mejor es criar niños que buscarán y pedirán consentimiento sin excusas, en todos los aspectos de sus vidas, pero especialmente en sus futuras relaciones románticas y sexuales. Una forma de garantizar que eso ocurra es reflejando el consentimiento en el hogar y respetando la autonomía corporal de tus propios hijos.
Si los obligas a hacer algo con sus cuerpos que no quieren (por ejemplo, abrazar a un pariente o besar a un padre) estás cortando su humanidad y enseñándoles sutilmente que el consentimiento no es un requisito para tocar a otra persona o tener a alguien.
Cuando tienes hijos, la lección del consentimiento no es una conversación de una sola vez, o incluso una conversación de pocas veces: está en curso, indefinidamente.
Parte de la conversación, radica en explicar a tus hijos por qué nadie tiene derecho a tocarlos sin su permiso, pero el médico les aplicará inyecciones aunque digna que no. Quizás tus hijos se preguntarán por qué tienen derecho a decirle a un niño en la escuela que no los toque, pero no pueden rechazar tus requisitos de higiene y ducha. Y si lo hacen, esa será una conversación continua, también.
Porque a raíz de los movimientos #MeToo y #TimesUP, hemos perdido de vista una verdad innegable: las conversaciones sobre el consentimiento son y deben matizarse. No son en blanco y negro, sino que varían en tonos de gris. Y eso nunca es más evidente que cuando eres madre y tienes la tarea de enseñarle el consentimiento a tu hijo, mientras que al mismo tiempo te obligan a ignorar el consentimiento para su mejora.
Sí, agarrarás la mano de tu hijo, a menudo sin su permiso, cuando crucen la calle. Y, sí, también le dirás a tu hijo que no tiene que tomar la mano de nadie si no quiere. Esas dos conversaciones pueden, y deben, coexistir si queremos que nuestros hijos crezcan seguros y capaces de participar y mantener relaciones sanas.