Ahora que comenzó el año escolar, hay muchas cosas que probablemente consideres y mucho para asimilar. Pero, ¿alguna vez te has preguntado qué pasa por el cerebro de tu hijo cuando lo dejas en la escuela? Porque esas lágrimas cuando te vas no son en vano.
Hay un campo emergente en la investigación conocido como “neurociencia educativa” que, de acuerdo con los científicos del campo, tiene un objetivo que une “biología con ciencia cognitiva, desarrollo y educación para que la educación se base más sólidamente en la investigación sobre el aprendizaje y la enseñanza”. Ellos estudia cómo funciona el cerebro dentro del aula y cómo lo afecta el entorno educativo.
Los investigadores descubrieron que la interactividad de la educación y el aprendizaje práctico “dan forma a la anatomía y fisiología de los cerebros (y cuerpos)”. Tanto es así que “cuando controlamos nuestra experiencia, ésta esculpe la forma en que nuestro cerebro funciona, cambiando las neuronas, sinapsis y actividades cerebrales”, como señala el Journal of Theoretical Social Psychology.
Mark Reardon, candidato a doctorado en investigación cognitiva, habla sobre lo que le sucede al cerebro de tu hijo al entrar a la escuela: “Mucho. Entre la liberación inmediata de dopamina de ver a sus amigos después de una larga ausencia, las fluctuaciones de adrenalina y cortisol que son provocadas por los nervios normales de ir a la escuela y comenzar un nuevo año. Hay algunas investigaciones que muestran que el entorno escolar, si es positivo e interesante o negativo e intimidatorio, puede tener un gran efecto en el cerebro del alumno”.
Él dice que, en su mayoría, sin embargo, es un conjunto positivo de manifestaciones en el cerebro que cambian, crecen y manipulan el asunto cuando los niños comienzan a aprender. “Imagine una neurona. Se parece un poco a un abedul flaco con raíces y ramas. Las raíces son las terminaciones nerviosas, el tronco es el axión y las ramas son el cuerpo celular y las dendritas. Cuando su hijo está en la escuela, cada célula se disparando y comunica a través del aire y suelo que la rodea, y cuando esas nuevas conexiones se adquieren, las ramas -o dendritas- se multiplican, y la tierra y el aire -las sinapsis- se vuelven más ricos”.
Reardon dice que esas hormonas que mencionó anteriormente actúan sobre esos árboles pequeños, y esas neuronas controlan la glándula pituitaria, que trabaja con el sistema endocrino que produce las hormonas, enviando todo de vuelta al ciclo.
En resumen, dejar a tu hijo en la escuela hace que sus cerebro sea más fuerte, construye sus árboles y las emociones que siente alimentan el proceso y pueden cambiar su desarrollo. Es realmente asombroso, y cuanto más aprende la ciencia sobre el proceso, más sorprendente y complejo es. Y para ti, hay un descanso, por lo que la escuela también hace grandes cosas por tu cerebro.