Un nuevo estudio demostró que los niños, a pesar de tener hambre, ofrecían su comida a un extraño que lo necesitaba, probando de esta manera que el altruismo aparece en los seres humanos desde pequeños.
Dicho estudio investigó cómo es el comportamiento de 100 bebés a la hora de la comida para determinar las raíces del altruismo. Los investigadores de la Universidad de Washington en Estados Unidos, observaron a bebés de un año y medio a quienes se les puso a prueba; mientras algunos extraños comían pedazos de fruta, los menores con hambre devolvían la fruta que dejaban caer a propósito.
Ese comportamiento es una señal inicial positiva del altruismo, que se describe como la voluntad de ayudar y ceder a los demás.
La primera etapa del estudio uno de los investigadores, desconocido para los menores, quien les mostraba a los niños pedazos de fruta, después fingía soltarla, extendía las manos y señalaba el pedazo de fruta, sin pedirlo verbalmente, 58 % de los niños devolvió la fruta en vez de comersela.
Posteriormente en un segundo grupo, los pequeños participó en el mismo experimento, pero el cambio importante fue que era la hora de la merienda, algunos de ellos ya tenían hambre, sin embargo, el resultado que el 37 % de los bebés devolvió la fruta, el resto la comió.
Rodolfo Cortés Barragán, investigador de post doctorado y principal autor del estudio, explicó: “Generalmente, en las discusiones sobre el altruismo, uno piensa: ‘¿Será que le cuesta a uno mismo beneficiar a alguien?’ En ese caso, ellos se hubieran beneficiado y deseaban la comida, aun así la cedieron. Lo que demuestra que actuaron de manera altruista”.
Para Barragan “estudiar el altruismo a esa edad nos puede ayudar a explicar las raíces, para poder entender por qué los humanos practicamos el altruismo y cuándo comienza, y de esa manera poder promoverlo e incentivarlo a medida que los niños crecen y se convierten en adultos”.
Los investigadores aceptan que aun se requieren más estudios para entender el altruismo, Barragán cree el comportamiento solidario en los niños reflejó la cooperación que los bebés vieron en sus propios entornos.
La muestra también arrojó que los bebés estadounidenses de origen asiático o latino pertenecían al grupo con mayor probabilidad de compartir su comida: “Específicamente, en el contexto de EE.UU., los psicólogos sociales y culturales que acostumbran estudiar a asiáticos y latinos (dicen que) esos grupos se consideran más independientes: culturas que, en general, promueven relaciones más armoniosas y empáticas, en el que uno piensa más en la otra persona”, explicó el investigador.
Otra variante que señalaron fue el comportamiento de bebés con hermanos, “cambia tanto en la casa que te puedes imaginar que les da más experiencia con otras personas, en cooperación, incluso compartiendo fruta (…) Así que creemos que las experiencias y aprendizajes sociales de los humanos juegan un papel importante en el desarrollo de ese comportamiento”.
Finalmente Barragán quiere seguir estudiando el comportamiento solidario en el crecimiento de los niños y lo importante es crear un ambiente positivo y respetuoso con los demás, aseguró que de acuerdo al estudio, la interacción social positiva y forjar los vínculos sólidos es donde los menores aprenden a colaborar con otras personas.
“Creemos que están sucediendo dos cosas: primero, los niños observando a otras personas -la madre con el padre o con una vecina- y luego, aprendiendo y recordando esas interacciones; segundo, están los juegos infantiles que estimulan el compromiso social, como el juego de escondidas. Los niños que están más comprometidos socialmente con sus padres o cuidadores pueden estar mejor preparados para una futura colaboración positiva con nuevas personas “.