Investigadores descubren que los antojos durante el embarazo se deben debido a que se reorganizan circuitos dopaminérgicos asociados a la motivación y el deseo que potencializan las ganas de comer alimentos dulces o calóricos.
La investigación realizada por el IDIBAPS fue publicada en la revista Nature Metabolism, en que se estudiaron a un grupo de ratones hembras embarazadas en las que analizaron la actividad cerebral y los niveles de dopamina durante la gestación.
Incluso sus investigadores han estudiado las posibles consecuencias de estos antojos en la descendencia, debido a la serie de cambios fisiológicos y comportamentales que van orientados a la creación del entorno favorable para el desarrollo del feto.
Pero estos antojos podrían poner en riesgo este desarrollo ya que la mayoría de ellos suelen estar orientados a alimentos dulces o calóricos lo que resulta en el riesgo del aumento de peso y obesidad gestacional así como un problema para los bebés.
De acuerdo a los hallazgos, el cerebro de las hembras embarazadas sufren cambios notables en las conexiones funcionales relacionadas con los circuitos de recompensa, gustativos y sensoriomotores.
“La alteración de estas estructuras nos llevó a explorar la vía mesolímbica, una de las rutas de transmisión de señales de las neuronas dopaminérgicas. La dopamina es un neurotransmisor clave en los comportamientos de motivación o deseo”, explicó Marc Claret, investigador del grupo IDIBAPS.
El aumento en los niveles de dopamina se observó que los niveles de dopamina como la actividad del receptor D2R aumentaban en el núcleo accumbens, la zona cerebral que se encarga del circuito de la recompensa.
“Asimismo, estas células neuronales, y su alteración, también serían las responsables de la aparición de los antojos, ya que la ansiedad por la comida, típica del embarazo, desapareció después de bloquear su actividad”, aclara Roberta Haddad-Tóvolli, otra de las autoras.
Los riesgos de estos deseos de comida repentinos para los bebés pueden afectar el metabolismo y el correcto desarrollo de los circuitos neuronales, los cuales se encargan de regular la ingesta de alimento, por lo que pueden aumentar el peso corporal, además de trastornos alimentarios y ansiedad.
“Estos resultados son sorprendentes, ya que la mayoría de estudios se centran en analizar cómo los hábitos permanentes de la madre, como la obesidad, la desnutrición o el estrés crónico afectan a la salud del bebé. Sin embargo, nuestro trabajo indica que para aumentar la vulnerabilidad psicológica y metabólica de la descendencia, basta con conductas cortas, pero recurrentes como los antojos”, explicó Claret.